sábado, 25 de febrero de 2023

 

La sangre se confunde detrás de los focos,

ya no es roja, ya no es sangre.

Las balas se equivocan al salir de las armas,

ya no es carne lo que traspasan,

ni son sesos lo que acabó derramado por el suelo.

Del sur han llegado trayendo

cientos de años de silencio,

que es lo único que puede escuchar un Estado sordo.

 

Me detuve junto a la senda por la que se deslizaba la nieve de la alta montaña

Ni siquiera había reparado en el lago a nuestros pies,

cuando vi hincharse los labios de mi amiga al contacto con el agua helada.

Le pedía a la laguna en quechua un hijo para mí,

y besaba el agua que caía por sus nudillos,

que se atropellaba en su muñeca,

y le bajaba hasta el codo.

Esta laguna es macho- me decía-

Esta te puede preñar, a esta hay que pedirle.

El sol de la Cordillera Blanca arañaba las mejillas sonrojadas de los niños

que con su llama en brazos nos sonreían inquisitivamente.

Entonces me acordé de la bruja norteña que señaló una hoja de coca diminuta,

Una simple hoja de entre tantas,

asegurando que era nuestra hija.

Una hoja hermosa, particularmente hermosa.


  La sangre se confunde detrás de los focos, ya no es roja, ya no es sangre. Las balas se equivocan al salir de las armas, ya no es ca...