lunes, 29 de agosto de 2016

El amor y la muerte VIII



La luz del verano irradiaba en la única habitación verdaderamente iluminada del departamento. Ella estaba dando vueltas en la cocina, moviendo algunos platos, colgando alguna ropa, o sentada  en el sofá del salón chateando por el celular. Aún no había abandonado a mi padre putativo(putativo porque no  era mi padre de verdad, pero sí una buena figura masculina que me acogía como a una hija) después de anunciarle que se iba a casar, o aún  mi padre no la había abandonado a ella tras oír de sus labios que se iba a casar. Esto pasó seis o siete meses antes de que mi padre cambiara el color de su oscuro departamento por un tono más suave, para que ganara en amplitud y para que ese cambio acompañara al nuevo capítulo que se abría en su vida tras la marcha de ella. El departamento lo pintó dos semanas antes de morir, sin saber, por supuesto, que iba a morir. Pero ninguno de estos hechos podíamos siquiera sospecharlos, hará más de un año atrás. Ese día en que yo estaba triste como casi siempre pero mi padre putativo había logrado contenerme, ese verbo que le encanta a los psicólogos, y que viene a significar que me había ofrecido el soporte emocional necesario o aparentemente necesario. La excusa era publicar este librito. Un libro de poemas que al final terminó llevando por nombre “El amor y la muerte”, y que ofrecía  historias de desamor y de funerales, aunque en realidad el libro hablaba de pérdidas en general.  Fueron varias horas, un mínimo de tres y un máximo de cinco, no consigo recordarlo bien, las que estuvimos maquetando el libro, encolando su cubierta, apretando las hojas, buscando cartulina para la caratula, imprimiendo recortando, y de  todo ello salió un hermoso librito como prueba de imprenta de no más de ocho centímetros de largo  y no más de cinco centímetros de grosor. Ahora que pienso en esto, concibo y no concibo ese libro sin esta historia, pese a la obvia sintonía que guarda con el conjunto del mismo.

sábado, 6 de agosto de 2016

Parecías una puta

En la barca parecías una puta
Con tu carmín derramándose sobre el agua
Con tus panttys arrugados bajo las uñas
Y con la falobarca
Navegando como si nada

Posibles respuestas



Él no entra al bar
Él entra al bar pero transformado en  una señora de setenta años
Él entra al bar pero  yo no estoy en el bar como tantas veces
Yo entro al bar pero él no está en el bar como tantas veces
El entra al bar pero yo no salgo huyendo
Como ha ocurrido desde siempre
Él se sienta a mi lado
me da la mano
No me despierto sola              

El entra al bar pero salgo huyendo
Por primera vez,

Me despierto sola,
y escribo este poema

  La sangre se confunde detrás de los focos, ya no es roja, ya no es sangre. Las balas se equivocan al salir de las armas, ya no es ca...