martes, 24 de septiembre de 2013

Mike Tyson


Mike Tyson nació en una barrio pobre de Blooklyn, donde sí no sabías luchar  pronto te encontrabas destinado sufrir todo tipo de abusos. El pequeño Mike, careciendo siempre de una figura paterna que pudiera hacerle de guía,  supo pronto cómo tenía que actuar para sobrevivir en esas calles. No se amilanó, y empezó a mostrar sus puños, entonces todavía salvajes, ante la mínima arremetida.Tanto así que, a la temprana edad de doce años acumulaba decenas de delitos por robo y actos violentos. Como resultado de esto, fue llevado a un reformatorio, dónde empezó a trabajar su cuerpo con esa pasión desaforada y esa rabia incontrolable de la que el futuro púgil hacía gala.  Del reformatorio lo sacó Cuts D´Amato, entrenador boxístico que tenía entre sus haberes haber encumbrado con anterioridad a dos títulos mundiales. Sin lugar a dudas Cuts le ofreció a Tyson aquello que tanto había anhelado; ese figura paterna que debía decirle: “no hagas esto así hijo, haz esto así y así”. De esa forma, por medio de las reglas y los trucos de la técnica boxística, fue posible encauzar la rabia del joven Tyson. Pero Cuts murió poco antes del combate que habría de enfrentar a Mike Tyson contra Trevor Berbick por el título de los pesos pesados. Sin embargo pese a todas las especulaciones que señalaban la debilidad de Tyson a causa de la desgracia, ésta ni se dejó vislumbrar en el combate, en el que terminó noqueando a Berbick en el segundo asalto, convirtiéndose en el campeón de los pesos pesados más joven de la historia, con tal sólo veinte años.  Ese día fue el 22 de noviembre de 1986. Desde el ring Mike dedicó el triunfo a D´ Amato en unas bellas palabras que vinieron a decir algo así como: yo sé que desde el cielo él me está señalando y diciendo: “ese es mi muchacho”. Sin embargo, anque Mike había ganado el título, nunca consiguió reponerse de la muerte de su amigo y preparador. Nunca pudo volver a dominar la bestia sin los sabios consejos, y sin el amor de Cuts, que por años había estado velando, a la sombra de los sueños más oscuros de Mike, esa sustancia salvaje que se filtra en sus venas y que tiende a explotar con cada arremetida del espíritu.

Se sucedió entonces la violación de esa niña, la cárcel, toda una serie de declaraciones erradas; en una de ellas incluso decía al televidente que le gustaría aplastar con sus pies la cabeza de los hijos de los espectadores, sólo para que pudieran sentir su dolor, sólo para que sufrieran lo que es ser Mike Tyson todos los días. Después vinieron dos derrotas seguidas contra Douglas, en la última de las cuales aguantó la paliza con estoicismo, aún sabiendo de sobra que el combate estaba perdido prácticamente desde el primer round, supongo que esto lo hacía,  en parte,  para recrearse en ese dolor que le era tan propio.

Ese día fui al gimnasio de Artemio en Sucre, después de llevar una semana sin pasar por ahí, después de esa semana que me pasé llorando por cualquier huevada. Saludé a Javier uno de los sparrings contratados por Ati, y me acerqué a él, que estaba en la parte derecha del ring, sabía que no iba a coincidir con el Floro, porque  él entrenaba por las tardes después de salir del trabajo. Me acerqué con la cabeza gacha, en un esfuerzo denodado por no llorar, ya que ese había sido mi estado natural durante los últimos días, me acerqué y le dije; “Sabes que Ati, no sé qué me pasa compadre, creo que me vendrá bien cambiar de aires. Creo que voy a ir a entrenar donde Salazar”.

Artemio ni se inmuto, ni miró en mi dirección siguió pegado a la pelea del Flaco Fernández. Siguió aconsejando "más rapidez en el juego de piernas, los guantes más altos, cúbrete la cara huevón, ¿para qué quieres las manos pendejo?"

"Es tu joda me dijo", y ahí no más me quité. Sabía que estaba haciendo el imbécil, que me estaba desaprovechando porque Ati me conseguía buenos combates, y ya me conocía después de años de entrenamiento, sabía lo que era bueno para mí, y estaba por conseguirme esa pelea que me encumbraría como profesional. Por eso tampoco me extrañó que no se dignara ni a mirarme, no había que prestar atención a tremendo sin sentido, que era a la vez tremenda traición, no sólo contra él sino contra mí mismo.

Pero no podía seguir ahí, tenía que huir, aunque bien sabía que no era hacía delante sino hacía atrás. Cuando miro las declaraciones de Tyson antes de la muerte de D´Amato veo a la imagen de un adolescente travieso, humilde, que transciende cierto halo de arrepentimiento,  cuando observo las que precedieron a la muerte de su entrenador veo a ese Tyson desalmado, que a fuerza de vivir la tristeza se ha olvidado así mismo, o quizá no se ha olvidado, quizá siempre fue así. No hay forma de saber si la época dorada de Mike Tyson, esa en la que se mostraba humilde y disciplinado era reflejo de su verdadero ser, o era una isla en medio de un océano desangelado, que poco a poco iría hundiéndose entre las fauces del mar, hasta desaparecer para siempre.

domingo, 22 de septiembre de 2013


Fuimos caminando a lo largo del malecón. Teníamos las manos ocupadas con latas de chela, y ninguno de los tres estaba lo suficientemente abrigado como para tolerar el frio y la humedad de una noche de invierno limeña como esa. A nuestro paso aparecieron al menos tres hombres orinando en las calles, en aquella época los cortes de electricidad, los famosos apagones limeños eran cosa de todos los días, por eso las siluetas que orinaban aparecían y desaparecían como espectros que la neblina no podía ocultar del todo, pero la oscuridad sí. Bajaba por el malecón casi corriendo, repentinamente vigorizado por una idea peregrina, encontrarme con él, de todas maneras iba a pasar, estaba en su barrio,  y para nada es de los que se quedan en casa después de un combate como el de esa noche. Teníamos las manos libres metidas en los bolsillos, y los hombros elevados más de lo normal para resguardar, en lo posible, el cuello dejado a la intemperie. Recuerdo que Hernán contaba chismes sobre el culo y las tetas de sus flaquitas, en aquella época tenía varías, y algunas incluso se habían dejado tocar por ese pituco clase media alta con casa en un condominio en la Molina.

Tenía la pasión de Hagler y tenía la fuerza de Hearns en cada uno de mis músculos que se deslizaban calle abajo, que se precipitaban en denso caudal entre los caserones coloniales, por las casas de arquitectura inglesa, por los tejados a dos aguas, por los espectros que orinan, entre los vendedores ambulantes, las prostitutas y los vendedores de droga  que de la noche a la mañana cubrían las calles de Lima fruto de la crisis que atenazaba el país. 

Estaba totalmente decidido; esa noche tenía que pasarla con él, tenía que volverlo a apretar fuerte contra mi cuerpo, tenía que oler su pelo, besar su sudor, verlo despertar, verlo frotándose la cara con las dos manos rápidamente y  de arriba abajo, tal y como hacen los roedores.De nada estaba tan seguro como de eso.

Tiene unas tetotas esa flaquita, dos duraznitos dulces como crema volteada, decía Hernán mientras se imaginaba los pechos de su flaca sobre su pecho, mientras giraba las manos simulando manosear sus senos hasta exprimirlos tanto, que en verdad pareciese que estaban manipulando paltas maduras. Huevón tú no sabes lo que son las tetas de esa flaca y ese poto, puta ¡qué poto huevón!, le coges esos gajos redonditos y se los separas, y metes toda tu ñata ahí, y aspiras huevón y huele que alimenta ese  potazo, y haces aaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh y aspiras fuerte, y te lo llevas todo, te juro como le he comido la concha a esa pendeja, es pendeja esa chata que dice: hazme lo que quieras, te juro huevón, lo que quieras me dice, y me tiene ahí paradazo con su concha chorreante, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh qué paja hermano. -¿Concha chorreante? ¡Qué asco!- ¡Párala ya! Deshuevéate ya que nos vas a hacer vomitar huevón con tu asco de descripción de fluidos y mierdas. Pucha hablando de mierda, el otro día le metí la lenguota en el chico, puta que rico hermano, nunca pensé que algo tan sucio podía saber tan bien. – Yo sí que lo sabía huevón desde que me la hice a tu mamá, dice Rafa, y nos reímos. Pucha, con mi madre no te metas pendejo. –la concha de tu madre está tan sucia como tu bocota de chismosasa, párala ya enserio que nos va a entrar el retortijón. Bueno ya no digo más, que parecen dos viejas y frígidas provincianas de mierda.

Llegamos entre carcajadas al número 274 de la Avenida Grau, detrás de esa enorme puerta está el Delirium Tremens, dónde hemos pasado cientos de noches de evocación de peleas como la que se disputó esta noche, de directos, de ganchos, de quiebros dónde tanto hemos rememorado a Ali contra Frazier, a Durán, a Spinks contra Ali en ese combate que fue nombrado por la revista Ring Magazine como “la pelea del año”, y que terminó por arrebatarle el título a Ali. Ese era el sitio donde tanto me había reído con mi atinadito, el lugar en el que habíamos hablado horas y horas de “Manos de Piedra” Durán. Estaba abriendo la puerta del Delirium Tremens, en el momento en que todo ese fulgor que había sentido, toda esa ansiedad, y excitación se revolvieron contra mí, y como la mano que cierra los ojos del cadáver dejando a oscuras la oscuridad, así se turbó mi pensamiento, y las ganas de entrar se convirtieron en ganas de huir, pero ¿cómo explicarles a estos dos sonsos que de pronto no quería estar ahí? ¿Cómo explicarme a mí mismo un miedo tan irracional? A veces me sucede, supongo que a todo el mundo, pero sólo tengo autoridad para hablar de mí, a veces me sucede que una idea o la abstracción de una idea me hace, de pronto, tan jodidamente feliz, que antes incluso de que se cumpla esa idea, o de poder siquiera darle forma, porque muchas veces ni siquiera sé bien de qué se trata, antes incluso de todo eso, la felicidad y el sentimiento de esperanza que me producía, se me antoja tan intenso que al cabo de un rato, siento auténtica angustia pensando en la posibilidad de que todo fuera mentira, de que la energía no estuviera fluyendo en el sentido adecuado, tal y como yo la concebía, de que hubiera errado la lectura de todos los códigos que parecían afirmarse a mi favor. Y es, entonces, cuando el miedo se apodera de mí, y rechazo la idea y rechazo el sentimiento, y sólo tengo ganas de olvidarme de ese estado lo antes posible. Así estaba yo frente a la puerta del Delirium cuando Rafa va y me pregunta: Oye por cierto ¿Qué sabes de Manuel? Y entonces, pucha esa sola mención en un momento de pánico como el que atravesaba, parece el anuncio de lo que estaba por pasar, empiezo a encadenar el rompecabezas y con un sudor frio de los que hacen época atravieso la puerta del bar, pero por suerte sólo veo a Juanito detrás de la barra, y a sus recontra conocidos clientes usuales. Y ahí no más nos sentamos, al tiempo que respondo fingiendo tranquilidad: pucha  no sé, ha debido quitarse a algún lado, meses que no lo veo, tampoco en el gimnasio, me dijo que iba a entrenar donde Salazar. Para mí que ese huevón es cabro, te juro, hay algo raro en él. Para mí que estaba templadazo de ti, me dice Hernán, y entonces algo dentro de mí se activa y sonrío, extiendo la mano y pido tres chelas bien helenas, Juanito afirma con la cabeza, y digo: qué dices huevón, ni cagando el Manu cabro, ese se ha levantado a todas las flaquitas de Barranco.

 Hablando del rey de Roma me dice Rafa, y un latigazo sacude mi pecho. Sigo con la mirada pegada a los posters y a las fotografías que enlucen las paredes del local, sigo ahí pegado, hasta que me doy cuenta que mi paroxismo puede suscitar sospechas, y entonces giro lentamente el cuello, y veo las manitas largas de mi precioso atinado acercándose hacía nosotros, con esa media sonrisa que resalta su carita blanca, sus hoyuelos simétricos como dos cerezas maduras colgando de la nariz partida, lo veo acercarse y a la vez veo a quién tiene al lado. No hay más que decir, obviamente ese es el tipo del Manu, de su estatura, rubito, pelo rizadito, nariz grande y medio morbosa. Ya me ha olvidado ese huevón, ya tiene otro poto y de los ricos, me lo merezco pienso, y me trago la cerveza de una.

  La sangre se confunde detrás de los focos, ya no es roja, ya no es sangre. Las balas se equivocan al salir de las armas, ya no es ca...