domingo, 7 de febrero de 2010

Asesinato en Albacete


Frente a lo que llaman catedral, observo la calle desde el banco de madera que se encoge al contraste con esa masa de cemento, privada completamente de belleza, de cualquier concepto arquitectónico de belleza, esa catedral que es a fin de cuentas una iglesia. En su fachada se desnuda todavía mugrienta la inscripción dedicada a Jose Antonio Primo de Rivera, y a los benditos caídos que lucharon por un ideal sagrado y eterno, como es muchas veces el de sobrevivir. Frente a ese escenario estoy con la cabeza sumergida entre mis manos. No sé muy bien por qué, pero desde hace unos meses me gusta venir aquí, sentarme en este banco y con los codos sobre las rodillas sumergir mi cara entre las manos y pensar.
Fue aquí donde dije “tú también me gustas mucho” cuando todo era un mar provisorio de felicidades presentes y futuras, de salidas nocturnas, de abrazos y besos furtivos que había que ocultar a cualquier precio.Recuerdo el tiempo que necesitaste para buscar un lugar apropiado para el momento, las reflexiones en las que te sumiste y al cabo, fue más bien de andar sin orden ni concierto, cuando llegamos a la pequeña plazoleta frente a la catedral, esa vez bañada en el mutismo de la noche, y las florescentes ráfagas de luz que emanan de los focos que circundan la plaza. No tengo ninguna reflexión que podamos decir, vaya a conducir mi vida, tampoco albergo níngun pensamiento triste, en otro tiempo si lo tuve, pasaba por aquí y sentía rabía por el giro que habían tomado las cosas, por lo inesperado y extremo de todo lo que sucedió a continuación. Pero ya todo eso ha pasado, en realidad es muy fácil comprender las razones que sustentan el comportamiento humano, más, cuando conoces a la persona, casí todos los actos que realizan son previsibles, pero entonces yo no te conocía. Sólo sabía que era capaz de enamorarme de ti y por uno de esos pensamientos elavados que de vez encuando infieren en las personas la enorme estupidez de creerse dioses, me dejé llevar por la fascinación de un sentimiento que hace mucho no tenía. Es así como aquella noche albaceteña de finales de junio, después de haberte besado, con el sabor agrio de la cerveza todavía latente, decidí escapar de todo aquello. Tenía que acabar cuanto antes con una idea que no podía resolver de modo cabal, a juicio de mi juicio enajenado, la única solución para acabar con todo aquello era matarte.
Ya antes lo había pensando, no es que la idea partiera de la nada, recuerdo aquella vez, estabamos todos juntos jugando a las cartas una de esas primeras veces en que salimos, y tu eras sólo el distante amigo de mis amigos, pero en aquella ocasión, sentado frente a mi, cabeza ladeada, y mirada suspicaz, me guiñaste un ojo cuando descubrí tu engaño, tu saña manipulando las cartas. Al momento, odié ese gesto tuyo, y el hecho de que me hicieras participe de tus macabras diversiones. ¿ Por qué a mi?, ¿Necesito yo que me involucres en un acto tan vil?. No, claro que no lo necesitaba, pensé también que sería muy fácil, por añadidura, olvidar el momento de intimidad que acababas de regalarme, era sólo el gesto de una persona que pretende ser simpática con alguién que acaba de conocer, no tenía más importancia. Sin embargo no lo olvidé, es más, se iba haciendo cada vez más voluminoso dentro de mi mente, se extendía como una ráfaga de pequeños tumores: tu mirada, tu sonrisa y tu cabeza ladeada, un tumor dos tumores y medio tumor… tenía que matarte…¿Qué duda cabe? Y aún, con esa convicción que se iba materilazando cada vez más en forma de certeza absoluta, tuve la integridad y el razocinio como para desechar esa idea, no tenía sentido a mi modo de ver, odiar de esa manera a alguien a quien apenas conoces. Es decir, no podía cometer un asesinato pasional basado unicamente en el gesto de un desconocido amigo de mis amigos, ¿cómo iba a explicar todo eso al tribunal?. Entonces y sólo entonces, resolví que tenía que conocerte más, y que implicarme más en nuestra relación para que el plan se pudiera sostener, sobre todo de cara a mi futuro veredicto, a saber: enajenación mental transitoria provocada por un acto pasional….etc etc.
Así es como comenzó nuestro pequeño idilio, detrás de las cartas, yo de la mano de tu amigo y tú de la mano de tu novia. En la barra del bar yo con una mano en la cerveza, tú con otra cerveza en tu mano. También por aquella época se hizo insostenible mi coartada de relación con tu amigo, empecé a sentirme como un reo que de cara al último segundo de su vida, se cree con el derecho de utilizar a las personas a su libre albedrío.¿Quién era yo para aprovecharme de ese muchacho que todo lo que hacía era intentar contentarme?. Pero él era tu mejor amigo, la persona más cercana a ti, y yo tenía acceso a ella, representaba por tanto, una mina de oro en el elevado objetivo que me proponía, por lo que era imposible e injustificable no aprovechar esa oportunidad. Aún así, mi conciencia pudo más que mi buen juicio y decidí terminar mi relación con él, entonces dejé de verte, por un buen tiempo, ¿recuerdas?. Poco a poco me fui olvidando de mi propósito, mientras los días pesados como sueños de gigantes con resaca se sucedían uno tras otro. En Murcia hacía mis diligencias, pensaba en mi exnovio, iba a clases, salía con mis amigos sudacas, con Sardinilla y Jeanne, y por dios que lo había conseguido.. me había olvidado de ti. Sin embargo con las vacaciones estivales, el buen tiempo había introducido en el paísaje Albaceteño un sol enorme y una temperatura de lo más idónea, venía pensando en todo eso, mientras caminaba rodeándo el parque, mirándo las altas copas de los árboles, disfrutando de cada momento, del piar de los pajáros, de las rápidas zancadas de las ardillas sobre la corteza de los pinos, con el pecho abierto y una elegante sonrisa en la cara, como si presagiara que ese día iba a sucederme algo que iba a cambiar el curso de las cosas. Así que, cuando sentada frente a Irene en el “Cromo” ésta me dijo: “Tengo que decirte algo muy importante pero no se lo digas a nadie”, es cierto que al principio pensé que sería cualquier arenga insignificante, pero al segundo resolví que no, que era esto lo que venía presagiando, y entonces sus palabras fueron tan rotundas que incluso pude ver como salían de su boca corpóreas, pude ver como se elevaban sobre sus labios, y bien podría haber cogido alguna para celebrar mi felicidad al escuchar: “Éste lo ha dejado con la novia”, pero me contuve, no mostré un especial interés por la noticia, aunque bien sabía yo que era el día más feliz de mi vida. Me dije, ahora si, desde luego ahora sí sé que voy a matarlo, todo está decidido ya.
A partir de ese momento empezamos a quedar, nos pareciamos tanto!, era increible!, bebíamos como posesos, nos hacíamos cicatrices en la cara, contabamos chanzas y chascarrillos, bailabamos como buenamente podíamos impregnados en el sueño etílico, practicabamos campeonatos de irónias y entonces pensé que era el momento, y te besé y me devolviste el beso, y desde ese instante, al que vivimos frente a la catedral debieron espaciarlos unas tres semanas como mucho. Ya eras mio, ya me habías dicho que te gustaba mucho, te habías puesto en mis manos, habías abierto tu corazón de alguna forma, y te habías declarado y eso era algo tan especial, algo que nunca pensé, me volviera a pasar tan pronto, el hecho de sentir que mi pecho se aceleraba cuando te acercabas, el esperar con urgencia tu llamada, maldita sea ¿qué es esto? Es que estamos locos? No por díos!, ya está bien de tanto sentimentalismo tercermundista! es hora de acabar con los sentimientos que nos impulsan a hacer cosas estúpidas, que nos mueven a rebajarnos y a degradarnos, que acaban con nuestra integridad, por dios bendito!, bien sabía yo que ese era mi futuro, en manos de una persona como tu, que en la inestabilidad sentimental acabaría por decirme alguna frase estúpida y malsonante como: “prefiero que seamos amigos”. Ja! ¿Por quién me tomas??? ¿Crees que voy a dar lugar a que pase algo así?. ¿YO?¿yo? ja! Por supuesto que no, enterate, estás aquí porque yo quiero que estes aquí, todo forma parte de un plan maquinalmente preparado.
Todos estos pensamientos albergaba yo a tu lado frente a la catedral todavia con la caricia de tu lengua sobre la mia, todavía oliendo a Jean Paul Gaultier. Por eso no me arrepiento ni siquiera ahora que tengo mis pies posados donde estuvo el charco de sangre. Por eso no me arrepiento de ningun modo, cuando recuerdo tu mirada, esa misma mirada sarcástica que me guiñó el ojo, después suplicante, rogando porque acabara con mi determinación de matarte, mientras sostenía el litro partido en alto, con todos los musculos de mi brazo en tensión. No. No vacilé un solo segundo, sabía que tenía que hacerlo y lo hice. Es verdad que tu cuello empezó a sangrar de una forma sobreactuada para mi gusto, pero bueno, por lo demás la escena me parece de una belleza inclasificable. Te mate conforme a lo dispuesto en mi plan, y aunque a veces, siento un escalofrio al pensar que quizá fue una cobardía por no haberme atrevido a vivir, a sufrir lo que hubiera sido de nosotros, por no haberme sentido preparada para eso….,si a veces lo pienso, quizá debí enfrentarme a mis miedos…Lo cierto es que la mayoría del tiempo no pienso de ese modo, al contario, me veo como una especie de heroina que ha cometido un acto en pro de fomentar el individualismo natural y humano, en pro de los designios que sostiene la tradición occidental, individualismo y bienestar. De cualquier forma, tú también estás mejor muerto, acabé de una vez por todas con tus remordimientos y tus ataques de ansiedad… Al final de lo único que no cabe duda es de que todos deberiamos sentirnos aliviados con la muerte, tanto con la propia como con la ajena.

  La sangre se confunde detrás de los focos, ya no es roja, ya no es sangre. Las balas se equivocan al salir de las armas, ya no es ca...