domingo, 13 de marzo de 2016

Los peces


Era un día tranquilo. La mañana había traído, con las intensas lluvias de mayo, todo tipo de insectos voladores que circunscribían molestos recorridos de los orificios de la nariz a los globos oculares. Obviamente, pensé, los insectos son unos suicidas natos, buscando siempre o quedar apresados en el vello de la nariz, o en el líquido intraocular de la gente. Me senté junto a la laguna. El verdor del moho sobre las piedras estaba hecho con el sueño de un millón de especies diminutas, quizá por eso era tan torpemente pegajoso y tan lánguido su jugo. Introduje mi mano en el agua y a su alrededor llegaron peces que siempre habían estado allí, a decir verdad mi mano llegó dónde estaban los peces. Los peces continuaban indiferentes consumiendo placton que atrapaban a través de movimientos veloces. A veces, dependiendo de la especie, el bulo era observable desde fuera. Era observable su pequeño recorrido de la superficie de la boca hasta el interior y del interior otra vez a la boca. Boca que por momentos no lograba o no intentaba contenerlo, y el placton salía fuera, y, ¿por qué?, ¿por qué no lograba contenerlo? Y otra vez el pez iba por él, y al cabo de unos segundos el placton ya había sido introducido en su pecho transparente. Empezaba de nuevo el juego, aunque era apreciable una disminución importante del tamaño del bulo en esta segunda entrega. Siempre que veo ese comportamiento de los peces pienso que están retándose así mismos, como para darle un poco de emoción a sus húmedas vidas. Que se dicen, -ahora voy a dejar mi comida en el exterior durante unos segundos para ver si otro pez es capaz de robármela subrepticiamente- , cosa que por otro lado suele suceder.

  La sangre se confunde detrás de los focos, ya no es roja, ya no es sangre. Las balas se equivocan al salir de las armas, ya no es ca...