domingo, 31 de mayo de 2009

El cardenal Belluga nos mira
Nos escudriña desde su compacto pérfil
El cardenal guerrero
Con asombro se ha percatado
Que mi helado se deshace al arrojo de estos 35 grados
Y Mi nuca se llena de las lágrimas
De la virgen de las maravillas
que su excelencia descubrió,
Puede que sea eso lo que se derrama por tu cuello
Ahora que me abrazas y nos confundimos en sudor
Ahora que hablamos un poco de Murcia
A las puertas de la Guerra de Sucesión

La tarde comienza a ser amena
A nuestro costado desde el carrito
Un hombre un taburete y una radio
Venden chucherias a los niños
Que pasan veloces como sus disculpas
Que apenas oye la gente a la que atropellan

En nuestro banco de madera,
A refugio de los elementos externos,
La tarde va tan poco a poco recogiéndose,
Que por primera vez pienso en esconder las pantorrillas
Para no ofender al insigne obispo.
Entonces te hablo de ese último pensamiento
Y te ries varonil y barroco
y la conversación degenera en su alegre devenir
mientras las flores de la plaza se oscurecen
y los niños se van con sus pies pequeños y precisos
detrás de mocasines paternos

sábado, 23 de mayo de 2009

Los hombres están todos distraidos
Mirando como dora el maiz
En los últimos minutos de la tarde
Ni se percatan que me aproximo
Con un caballo de plástico en el bolsillo
Con una planta de yuca entre las manos
Con una camiseta de tirantes finos
Con todo el corazón en la mano cuando acaricio
La alpaca, cuando miro los peleles
Colgados de los árboles.
Los colgaron por chismosos, me explican

Recuerdo esta geografía que repaso
Un día y otro en mi cabeza.
Recuerdo el sabor terraceo de la chicha
Y a las personas aterradas escondiendose
En el monte, negando haber visto
Conocer, negándose así mismos
Para que “no les metan cuchillo”.
También recuerdo un atardecer frente a la plaza de armas
Y el amanecer que quiso secuenciar
Tomando tres fotos (antes, durante, después)

Luego de buscar vino en los abarrotes,
La sierra me da besos en las mejillas
Me acarícia el pelo crespo,
Me colma de una tranquilidad que no merezco
Aquí y ahora, con mi piel cruda o
Roja como tomate maduro

Sierra vamos a volver contigo
Lima y yo, Perú y yo
para escucharte y dejarte hablar
como tienes merecido

martes, 5 de mayo de 2009


He soñado con él

Y estaba pequeño como el mono

Que se escapó y me mordió en Pucallpa.

Como él se mostraba histérico, agitado,

Con sus pequeñas uñas imponiéndose en mi carne.

Abriendo la piel que ya no oculta nada.

¡Estaba tan cerca de mi!

Y sin embargo era imposible tranquilizarlo y tranquilizarme

En vano intentaba dejar de llorar,

mientras lo rodeaba con mis brazos.

 

Blanco y frágil, confesaba todo lo que hizo en mi ausencia

 

Ahora el simio soy yo trepando las copas de los árboles

Mi cuerpo grácil asciende,

En mitad de la tarde, frente a la laguna,

Junto a la madera del puerto cedida a la humedad.

Consigo dirigir la mirada  de los niños,

Que me señalan con sus manos arrugadas

Que se divierten, que no entienden,

Que no soy un buen ejemplo intentando escapar.

  La sangre se confunde detrás de los focos, ya no es roja, ya no es sangre. Las balas se equivocan al salir de las armas, ya no es ca...