Hay que recoger toda la sangre, con
el trapo, así, ¿ves? Si lo haces de manera circular, es más probable que no
quede nada. No es tan difícil, cuando lleves más tiempo te acostumbrarás, es
una profesión como cualquier otra. Solo tienes que sacar el corazón y dejarlo
bien limpio, y después recoges todo, limpias bien el piso. Si utilizas la razón
nada de esto puede hacerte daño. Solo has de mirar las cosas de manera
objetiva, ser práctico. No, no te preocupes por eso, por el momento no te
enseñaré a clasificar los sentimientos, todo eso conlleva una labor burocrática
complicada. Lo más urgente es que seas la mano de obra, digamos el que hace el trabajo sucio, por el momento yo haré el
resto. ¿Cuánto tiempo llevo en esto? ¿Cuánto tiempo tiene la humanidad? No sé
muy bien, pero son miles de años. ¿Cuántos pechos habré abierto? ¡cuánta
materia gelatinosa habré sacado! Si vieras algunos casos, llegan acá con el
pecho tan turbio, abnibiosis lo llamamos, ese es el caso extremo, en el que ya
no cabe más dentro de la caja torácica,
ese corazón padece la enfermedad y hay que tratarlo. Acá llegan porque quieren
ser tratados. Pero de ahí salen algunos
negativos, secuencias enteras, y aunque estén llenos de lodo y de esa sustancia
verdosa y blanquecina, parecida al moho, igual se puede ver qué es lo que
cuentan. Y lo que cuentan es bonito. De verdad es bonito joven. ¡Te juro que
hay cada historia! Pero qué podemos hacer, ahí se impone el músculo de arriba,
el pensante, y el pensante dice “lávame, ponme bonito, ponme fresquito”. Y al
tiempo vienen y te agradecen. Pero otros
vuelves tristes. Te acusan, te dicen.
Eso pasó la semana anterior, un señor ya de unos sesenta, vino con ese problema abnibiosis, pero yo
sabía que habíamos hecho las cosas bien. Seguimos todo el procedimiento y no
hubo ni una sola complicación, se lo
devolvimos limpito y después clasificamos todos los sentimientos para que
pudiera verlos de manera ordenada, estudiarlos, qué se yo, todos quieren algo
que poder analizar después. Y yo aunque sabía que le habíamos hecho bien la
operación, y se lo dije, y se lo dije más de una vez. Bueno aun así acepté, uno
no es Dios, puede equivocarse, así volvimos a intervenir y cuando abro.. Si
justo así, muy bien, movimiento
circular, ¿ves? No queda nada de sangre. Bueno cuando abro, ¿adivina? Tenía su
corazoncito justo como lo dejamos reluciente como una patera. Se podría comer
en él vamos. Pero el señor seguía sintiendo su peso como si no le hubiéramos curado
pe la abnibiosis. Le dije que estaba pasando por un proceso normal, que
extendiera todos sus sentimiento archivados, que releyera su historia, que eso
definitivamente lo iba a ayudar, y ahí mismo el tipo va y despliega los miles
de archivos, ya te digo que tenía como sesenta años, y venía de una relación de
treinta. Sí, pero no está nada claro me decía, ustedes han colocado esto que
sentí en la carpeta de “confusión”, pero
para mí no está tan claro, yo creo, que más bien fue algo bien clarividente,
una especie de relevación. Y acá, acá me decía, totalmente excitado acompañando
su dedo regordete, de grandes vaivenes de mandíbula. Acá por ejemplo no es miedo, no señor, es
euforia, estaba eufórico, estaba pues… quería, quería tanto, no había manera de
expresarlo, y por eso no lo expresé,
pero definitivamente no era miedo. Pobre diablo, ¿qué puedo decirte? Uno ha
visto mucho y todavía cuesta acostumbrarse a tantos pechos abiertos, a tanta
vulnerabilidad humana. Si yo fuera tú me mantendría alejado de estas historias. El clasificador de cualquier
forma es cien por cien seguro. Es decir, no lo ha diseñado ni siquiera un ser
humano. Sino una máquina que en su día debió diseñar un ser humano, ¿y que hace
esta máquina? Clasifica por colores. Los sentimientos tienen una tonalidad que
reacciona ante determinada sustancia. Así que el endiablado aparato le mete
esta cosa y los sentimientos empiezan a reaccionar. En la mayoría de los casos
el resultado es favorable; es decir, es desfavorable, la mayor parte de los
sentimientos del sujeto intervenido no eran
positivos: miedo, angustia, rabia, amargura. Pero a veces es ternura, miedo,
alegría, cólera, rabia, ternura, ilusión, comprensión. Cuando hay un resultado
como el último tendemos a maquillarlo un poco, digamos a variar uno o dos
sentimientos, sabemos cómo hacer que el reactivo mute, y así lo aplicamos sobre
el sentimiento ya procesado para que varíe el color. Si, bueno, puede ser que
esté mal, pero ellos no vienen acá para explorarse, después siempre quieren
eso, una vez que acaban, quieren tener la certeza de que hicieron bien, pero
cuando vienen para que se les trate… y sí yo les trato, y después descubren que
lo que hicimos no era lo mejor para ellos, si sus sentimientos no se alinean
del lado de lo malo, ¿entonces qué? ¿para quién son los reclamos. Correcto,
para un servidor. Y uno lleva ya tantos años en esto, bien chibolo entré yo a
trabajar acá, ¿Qué tendría? ¿trece? ¿catorce? Y esa época es tan movidita.. ya
sabes, tú debes estar sobre esa edad. ¿Crees que la verdad es lo más
importante? ¿Crees que hay que luchar contra todo aquello que no es verdadero?
Claro que crees eso, es lo propio, pero no será así después, ya verás. ¡oh si! De
todas maneras con el tiempo te darás cuenta. A mí me gustaría decirte que no hay nada
cuestionable, pero esto es un negocio como otro cualquiera, y tienes que mirar
porque tu plato esté lleno, si empiezan a lloverte las acusaciones, ¿qué crees? ¿que ellas van a llenar el plato?
De todas maneras esa gente está cansada. Solo quieren acabar con los
remordimientos. Solo quieren dormir, y todos deberíamos dormir tranquilos.
lunes, 18 de enero de 2016
domingo, 17 de enero de 2016
Recogí, arqueando
el dedo, una gruesa capa de crudo. Antes había jugado a removerla y ladearla en la superficie de mis pulmones,
ahora la arrancaba sin ningún dolor aunque no sabía muy bien qué hacer con
ella. Podría pintarme un bigote y
después salir a la calle a enseñárselo a mis amigos, pienso, pero termino utilizándola para
dibujarme en el brazo una especie de insignia cuyo significado no conozco muy
bien, pero que termina por propinarme reconocimiento entre personas con la
misma insignia. Decido ir a un local
oscuro ubicado en una calle sucia y gris, con olor a orines. En la
puerta un gorila de tres metros me pide que me identifique pero la estrella de
David (porque ahora reconozco perfectamente en la insignia la forma de la
estrella de seis puntas) ya no está en mi brazo. Algo me dice, una especie de
revelación interna, que me la han debido tatuar en la pelvis, así que comienzo
a bajarme los pantalones mientras el gorila me mira con deseo. Poco después se
suceden una serie de secuencias en las que el enorme miembro del portero
amenaza con iniciar una búsqueda más pormenorizada entre mis piernas. Parece que la insignia que dibujé sobre mi brazo, al trasladarse a mi
entrepierna, ha perdido el vivo color que la caracterizaba, haciéndola
prácticamente indescifrable. Si quiere que le diga la verdad, estoy cansada,
mejor me voy a casa, le digo, toda vez que el líquido que emana de la cabeza
de su miembro está a punto de desbordarse sobre mis muslos.
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